Cuando Leonardo DiCaprio aceptó el Óscar al mejor actor a principios de este año, insistió en destacar los derechos y la difícil situación de los pueblos indígenas, sabiendo que lo estaban viendo millones de personas. Poco después la líder indígena defensora de los derechos humanos Berta Cáceres fue asesinada, lo que atrajo una ola de atención de los medios internacionales sobre la causa por la que se pasó la vida luchando: la defensa de los ríos y bosques de los pueblos Lenca.

Si bien cada vez se está prestando mayor atención a los derechos indígenas, la mayoría de las personas aún no entienden estas cuestiones y cómo están conectadas con sus propias vidas. Pensé que sería útil explicar los principios básicos en materia de derechos indígenas: qué son, exactamente por qué están siendo amenazadas estas comunidades, y por qué desempeñan un papel fundamental en el abordaje del cambio climático.

Lo que entendemos por “pueblos indígenas”

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No existe una única definición de “pueblos indígenas” universalmente aceptada. Las Naciones Unidas afirman que los pueblos indígenas a menudo pueden remontarse a sociedades precoloniales y tienen fuertes vínculos con sus territorios y los recursos naturales de su entorno. Muchos tienen sus propios idiomas, culturas y creencias, pero en general no son los grupos dominantes en los países que habitan.

También denominados pueblos tribales, primeras naciones, aborígenes, nativos americanos o adivasi, existen pueblos indígenas en cada continente, desde el Polo Norte hasta Tierra del Fuego. La ONU estima que hay más de 370 millones de ellos en todo el mundo.

La conexión entre los pueblos indígenas y los recursos naturales

Para ganarse la vida, las comunidades indígenas a menudo dependen de los recursos naturales que se pueden encontrar en sus aldeas y las zonas aledañas—típicamente en tierras que han ocupado durante generaciones. Esto quiere decir agricultura, pesca, y el cuidado y la cosecha sostenible de árboles y otros recursos que provienen de los bosques.

En algunas regiones los pueblos indígenas llevan mucho tiempo conviviendo con otros grupos. Muchos de ellos ahora viven en ciudades y pueblos. Pero en zonas forestales, de montaña, áridas y polares remotas, decenas de millones de personas indígenas han permanecido relativamente aisladas. En esas zonas, las culturas indígenas tienden a estar estrechamente vinculadas a los recursos naturales locales—solo han podido sobrevivir gracias a su profundo conocimiento y entendimiento de su entorno.

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Durante siglos, las zonas indígenas más remotas fueron básicamente ignoradas. Los políticos y las empresas las veían como tierras baldías inútiles. Eran tan inaccesibles, y sus entornos tan difíciles, que ningún forastero las quería realmente. Esto significaba que los pueblos indígenas apenas tenían acceso a servicios públicos, como salud o educación. Pero también quería decir que por lo general se los dejaba tranquilos.

Pero a medida que la población y los ingresos mundiales fueron creciendo y los países urbanizándose, los grandes inversores se adentraron en zonas más remotas en busca de tierras y materias primas. Talaron bosques para ganado y cultivos, rebanaron montañas en busca de metal, construyeron represas en ríos para obtener electricidad, tomaron las costas para criar salmón y camarones, y perforaron los lugares más recónditos del Ártico y el Amazonas en busca de petróleo.

Si bien esto ha estado sucediendo a lo largo de gran parte de la última mitad de siglo, cobró un decidido impulso a lo largo de los últimos quince años. Los precios de la energía, los minerales y los alimentos aumentaron tanto que se hizo rentable producirlos en cualquier lugar.

La conexión con el cambio climático

Los árboles ayudan a combatir el cambio climático. Absorben dióxido de carbono de la atmósfera, dióxido de carbono que de otro modo contribuiría al calentamiento global. Al proporcionar sombra y devolver agua a la atmósfera, también ayudan a enfriar las tierras a su alrededor.

De modo que, aunque los pueblos indígenas estén lejos de las grandes ciudades, sus esfuerzos por proteger sus bosques, plantas y animales nos ayudan a todos. Frenan el cambio climático en todo el mundo, dando a los países valioso tiempo para abandonar los combustibles fósiles. Algunos estudios sugieren que los bosques podrían proporcionar alrededor de una tercera parte de todas las reducciones de las emisiones globales de carbono a lo largo de las próximas décadas. Los pueblos indígenas gestionan un gran porcentaje de esos bosques, y cuando se protegen sus derechos ellos a su vez pueden proteger los bosques de forma más eficaz.

Y eso no es todo: al proteger las demás plantas y animales en sus bosques, las comunidades indígenas están conservando recursos genéticos que serán importantes para producir medicamentos en el futuro. Lo mismo ocurre con nuevas variedades de cultivos alimenticios. En un mundo en el que la escasez de agua es una cuestión cada vez más fundamental, es imposible exagerar la importancia de sus esfuerzos por proteger el agua.

Por qué las comunidades indígenas se encuentran amenazadas

Si bien las comunidades indígenas llevan generaciones viviendo en estas áreas remotas, a menudo no cuentan con los títulos de propiedad de sus tierras. Esto las hace vulnerables a intereses externos que quieren apropiarse de sus árboles, ríos y recursos. Aún cuando las comunidades tienen un título, a menudo los gobiernos no están dispuestos a intervenir cuando intereses poderosos intentan apropiarse de los recursos.

Muchos gobiernos han permitido el ingreso de empresas petroleras, concesiones mineras y plantaciones a tierras indígenas. Han hecho la vista gorda mientras las empresas derraman petróleo y residuos mineros en los ríos de los lugareños, mientras los ganaderos y agricultores toman sus tierras, y mientras los mineros ilegales y narcotraficantes se instalan y llevan a cabo sus negocios fuera de la vista.

Con esta actividad invasiva en sus tierras tradicionales y escasa protección o rendición de cuentas por parte de los funcionarios que deberían ser responsables, a las comunidades indígenas no les queda otra alternativa que hacerse valer por sí mismas—a menudo frente a inmensas amenazas. En definitiva, a las empresas y productores poderosos no les gusta que los pueblos indígenas obstaculicen sus operaciones y sus ganancias. Los ven como una molestia, en el mejor de los casos, y en el peor como desechables.

El resultado es la intimidación casi constante. Por toda Latinoamérica, activistas indígenas en áreas remotas han sido acusados de crímenes que no cometieron. Cientos de ellos han sido asesinados por ganaderos, matones que trabajan para empresas, y narcotraficantes—y en algunos casos incluso funcionarios del Estado. Según Global Witness, más de 1.000 activistas por la tierra y el medioambiente han sido asesinados desde 2002. Dos quintas partes de ellos eran indígenas.

Lo que tenemos que hacer ahora

Apoyar los esfuerzos de los indígenas para proteger sus recursos naturales y sus culturas es claramente lo correcto. Pero si eso no basta, nosotros—en muchos casos personas urbanas cada vez más desconectadas de la naturaleza—dependemos de los pueblos indígenas para que nos proporcionen aquello que necesitamos para conservar la salud de nuestro planeta.

Es hora de que reconozcamos que todas estas cuestiones están conectadas. Lo primero que tenemos que hacer es alentar a los gobiernos a que tomen medidas para frenar el atroz asesinato de quienes protegen nuestro medioambiente. Lo segundo es reconocerlos como guardianes de sus tierras ancestrales, y darles una mano para gestionarlas.